En las entrañas del Convento, la bodega se convierte en un pasaje entre siglos: un espacio donde el vino revela su vínculo con la fe, la tierra y la memoria. Allí, entre sacristías y túneles de piedra, el visitante recorre la huella de los templarios y su influencia en la viticultura de la Ribera del Duero.
El Museo del Vino y los Templarios rinde homenaje a esa alianza entre herencia y conocimiento. A través de objetos, relatos y catas, revive la historia de quienes vieron en la vid un símbolo de redención y eternidad. Un viaje sensorial al corazón espiritual del vino.
Entre los muros del antiguo convento, el vino era más que un placer: era símbolo de comunión, sustento y legado. En estas tierras bañadas por el Duero, los templarios y los hidalgos cultivaron la vid como un acto de fe y de dominio sobre la naturaleza.
Hoy, esa tradición perdura entre bodegas centenarias y viñedos que guardan la memoria de sus linajes. Cada copa evoca la nobleza de un tiempo en que el vino era vínculo sagrado entre la tierra y el espíritu; una expresión de carácter, equilibrio y respeto por la historia.
Estamos a su disposición para ayudarle.
